miércoles, 2 de marzo de 2011

"B" di "BBostonBByBBike"

Tengo una bicicleta aquí en Boston. Es una hermosa bicicleta de carreras que estoy ajustando gradualmente, aunque no es el mejor inversión en este momento.  Pero me encantan las
bicis.
Así que me he comprado Priscila (es el nombre de mi bicicleta). 
La diferencia entre una bicicleta de carreras y una bicicleta de montaña es la incomodidad. Obviamente la incómoda es la bici de carreras: 

1. porque tiene ruedas finisimas y cada pequeño desnivel que cojo en el camino es un choque al intestino y un sillín en los riñones.  
2. porque tiene el manillar hacia abajo (como las bicis de Luis Ocaña o de Alberto Contador, para entendernos) y la única forma en la cual se puede conducir es con la espalda a "parábola". .. que estaría bien si uno tuviese que hacer un recorrido pequeño.  
Pero si lo haces por 30 km cada día para ir a trabajar,  por la noche la espalda  se parece a la representación gráfica del seno entre 0 º y 270º.  
3. porque prácticamente a mi bicicleta no le funciona el cambio de marchas y  obviamente se ha estancado en las más duras.  Y es un coñazo, especialmente en las colinas. Pero vuela como Hermes en las cuestas abajo... 


La ciudad tiene carriles para bicicletas. Y puesto que aquí son bastante más civiles (en Nápoles acabaría en el hospital al cruzar el primer semáforo), y casi siempre respectan la línea que separa el carril para los vehículos mecánicos de la que delimita el espacio para los vehículos a tracción humana, se puede afirmar que el transporte en bicicleta es seguro y conveniente. Además de ecológico ... porque todos somos ecológicos

Mis aventuras en bicicleta son esencialmente:
1. intentar meterse debajo de los SUV  
2. ir a por castañas 

Y ahora os cuento ambas historias.
Érase una vez en América (o, de Flavia y el accidente) ... 

Normalmente vamos de compras en bicicleta al mercado tercermundista de North End (Haymarket) los sábado por la mañana ya que: 
a) conviene a nivel economico (tres kilos de tomates a 2 dólares vs. los tres del supermercados que salen más o menos 12 dólares); 
b) muy cerca se encuentra el "Bar dello Sport", el único bar donde el café sabe a café y 
c) allí hay el único estanque que vende "La Settimana Enigmistica", mítica revista de crucigramas nota y añorada por todos los italianos emigrados.
Debido a que el mercado lo hay sólo los viernes y sábado, aprovechamos y el sábado fuimos  allí y a rellenar la mochila de todo tipo de verduras.
Bien, Habiamos terminado las compras y estabamos preparandonos para volver a casa  cuando, en un cruce, repentinamente me atropella un SUV.  
En realidad, la escena se desarrolló "a cámara lenta", o porque tengo un buen baricentro o porque, en momentos de pánico, el tiempo se expande. 

Sólo recuerdo haber caído hacia un lado como una patata, preocupada más por la bici y los 6 kg de tomates que llevaba en la mochila, que para mi pellejo...  

Pietro y Giacomo, que estaban unos metros delante, dieron una vuelta de 180 º y me alcanzaron, el peruano que conducía el coche, se precipitó y empezó desesperado a pedir disculpas compulsivamente (razón para que Pietro ha maliciosamente pensado que era un inmigrante ilegal o un sin papel. Aquí nadie se baja del coche para disculparse, parece.) ...mientras, doy un salto desde el suelo como un luchador profesional de judo y empiezo a repetir "todobien..todobien ... Estoy bien, estoy bien ... No me falta nada ... me puedo mover ... todobien". Y mientras se representaba esta escena surealista en la que  hablabamos todos a la vez, se nos acerca un policía que vigilaba un banco y  me dice:
- Todos bien señorita? ¿Quiere llamar a la policía? 
- ¿Cómorrr? 
- Si quiere llamar a la policía...  
- ¿La policía? y...¿ porque la policía? y, sobre todo, disculpe... pero ¿no es usted la policía? 

Luego me explicó que era un guardia privado: es decir, peor que un funcionario... 

Al final, nada de policía ... sólo una inyección de adrenalina pura a causa del miedo y un leve estado post-traumatico, cuando el efecto de la adrenalina se acabó. La próxima vez, ¡que por lo menos se vea un poco de sangre! Si no es trivial ... 

Respecto a las castañas. 
La frase "ir a por castañas" fue acuñada por el Pietro, la noche entre el 6 y el 7 de julio cuando él descubrió que la universidad donde trabajo se halla en Chestnut Hill (La Colina del Castaño) ... y se ha mantenido en nuestra jerga cotidiana.  
Así que si digo:''voy a por castañas", simplemente significa que voy a trabajar.

Chestnutt Hill está a unas diez millas de Somerville, de donde vivo.
Treinta kilometros ida y vuelta.

Durante el primer mes - con mi hermosa bicicleta de carreras sin suspensiones y los engranajes del cambio bloqueados - siempre me equivocaba de camino para ir a currar y casi siempre escogía la ruta más chunga descubriendo que “Hill” no significaba exactamente “curva isobárica”, sino “trescientos colinas, una tras la otra, con una pendiente que variaba del 70% al 99,9%”.

Con que ir a currar, durante el primer mes, me costó un esfuerzo físico épico.

Finalmente encontré una ruta que no me comprometía el funcionamiento pulmonar, (os envio el link): http://beta.mapmyride.com/route/detail/21000972/?open_ive_done=1

A pesar de esto, un día se sale la cadena, otro se me rompe la rueda, otro deslizo de la silla y me empalo con la barra, otra aún se me olvida el cargador del portátil y tengo que volver a casa a recogerlo
(como en juego del Oca)...
Es decir, no me aburro, incluso cuando voy a trabajar.

Sobre todo, he cogido la costumbre de traer conmigo un cambio y el maquillaje.

En resumen: llego a la facultad apestosa, empapada de sudor y con la cara descompuesta por el esfuerzo físico. Cruzo el umbral del edificio pasando de una temperatura de 40 º corporales y por lo menos 30 º externos a una temperatura de -20 grados (mi sistema inmunológico se lo agradece cada mañana a los acondicionadores).
Voy al baño. Me cambio de ropa. Me maquillo como un actor Kabuki, me pongo mi sudadera (la que me he comprado en caso vaya a escalar el Himalaya) y me voy a trabajar.
Y encima el café es una mierda.

Y ahora estoy aquí, en la biblioteca universitaria, con los “congeladores” a toda hostia, un millón de revistas y periódicos y la necesidad de apartarme de vez en cuando del ordenador y salir, sólo para recordarme que soy un
animal de sangre caliente. 
Un frío que te cagas.

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