domingo, 6 de marzo de 2011

"E" como Earl


Otra noche en blanco. Esta vez, posiblemente debido al té que me hice antes de acostarme. Sea cual sea la causa, son las 3.12 aquí en Estados Unidos, y a pesar del cansancio, no puedo dormir.  
Pues, entonces os hablaré de Earl ...
 
Hace aproximadamente dos semanas, televisión, periódicos, revistas académicas, el correo electrónico de diferentes instituciones y otros medios han alertado la población de Boston sobre la llegada de Earl.
Earl es un huracán que, al final de agosto, afectó a la zona noreste de Estados Unidos, incluyendo Boston. Nació cerca de Cabo Verde, África y, gracias a los monzones, se ha movido en diagonal a lo largo del atlántico hasta la costa yanquis.

Un ciclón tropical, en fin. Igual que otros.
Pero aquí, en esta ocasión, advirtieron a las masas con cierta antelación...

En Massachusetts lo primero que hicieron fue una conferencia de prensa organizada por la Agencia para el Manejo de las Emergencias en Massachusetts, para comunicar al público la información meteorológica más reciente.
En resumen, lo que dijeron fue: "Señoras y señores, buenas noches, interrumpimos el programa para decirles que se acerca un huracán. Esperamos fuertes vientos, nubes y lluvia... mucha lluvia "
 
Y claro: el pánico.
 
Mensajes procedentes de todos los rincones del éter, informaban a la población acerca de refugios, provisiones, generadores de electricidad, hasta recomendaban donde recoger sacos de arena para evitar inundaciones (intentando evitar que la gente se volcara en un unico lugar) y daban algunos consejos sobre la elección de las reservas alimentarias…


Las reservas alimentarias. No veas...


En la Universidad, el pánico fue parecido. 
Nos llegó un mail que decía: "Hoy vamos a cesar las actividades a las 16:00. Debido a Earl podría haber complicaciones con el server central y si los daños se extendieran a los circuitos, el problema podría tardar horas, días, quizás semanas es solucionarse (semanas, meses, años... ¿es un uracán o el fin del mundo?). Cerrar los experimentos, salvadlos, quitad todos los enchufes ... se salve quien pueda.
 
No sé en el resto del territorio pero aquí, en Somerville, siquiera nos han proporcionado una bolsa de arena.
 
Earl se presentó un viernes.
En casa, el ambiente era muy relajado. Vivimos en un edificio de madera, sin fundamentos (no es broma! Incluso se podría coger toda la casa de peso y trasplantarla en otro barrio); está claro que si llega un huracán, se lleva a nosotros y a la casa sin problemas…

Por eso, con una flema típica de nosotros italoinmigrantes perezosos, hemos concluido: bueno, será lo que será, no?!
Y todo el mundo había vuelto a sus actividades.
 
Sólo de vez en cuando, nos reuníamos en el salón para escuchar la previsión oficial a la espera del inminente desastre.
A las seis de la tarde comienza el espectáculo: paulatinamente, una espesa capa de niebla
empieza a cubrir Cambridge/Somerville. Tras media hora, ni siquiera veiamos el edificio  en frente.

El resultado fueron dos chorros de lluvia, un poco de viento y un fuerte aumento de la humedad en la semana siguiente.
Un desastre anunciado, ya… que, sin embargo, nunca llegó.
 
De todos modos, los estadounidenses se prepararon como si existiera una imperiosa amenaza nuclear.

Escenas de histeria masiva en los supermercados: cartones de leche que desaparecían, huevos y papel higiénico asaltados. En las estanterias sólo se encontraban cajas de galletas de mantequilla, que destacaban por su triste soledad, mientras asistían al rapto que se hacía de los otros bienes de consumo, conscientes (las galletas) de ser superfluas.

Ya ... porque en un momento de crisis, el ser humano reconsidera sus prioridades.
Y las galletas de mantequilla ni siquiera entran en la top ten de los alimentos prioritarios.
 
Esto me hizo reflexionar sobre la ontología de la crisis.
Tengo un gran respeto por las lenguas y las culturas antiguas; pues, he buscado la etimología de la palabra crisis y resulta ser derivación de la palabra griega
κρίνω
que significa “decidir, juzgar”.
En efecto, un momento de crisis es un momento en lo que se enfocan mejor las elecciones y las prioridades.

Es un momento en que hay la oportunidad de un cambio, en que se distingue con mayor claridad e se juzga también con más conciencia.
 
Las crisis pueden ser de varios tipos: personales, sociales, filosóficas, ideológicas, políticas, económicas y todos los compuestos derivados que se pueden crear a partir de la unión "random" de dos de estos conceptos (etc político-económicas, socio-económicas, filosófico-personales) .. .
Pero, curiosamente, en nuestra burbuja occidental, una crisis, de cualquier tipo, sólo conduce a una forma deprimida de inercia.
 
La mayoría de nosotros, en tiempos de crisis, se detiene.
Se detiene y mira asombrado la ruina de un sistema, de una estructura. Al principio se activa pensando en soluciones radicales y luego ... nada.
 
Volviendo al ciclón, Earl pasó sin consecuencias significativas.
Volví al supermercado y todo parecía normal Los galones de leche estaban almacenados en cajas a lo largo de un
pasillo entero, el papel higiénico se levantaba como a formar una muralla blanca y suave y al final de la estantería se podía ver, justo al lado de la sección de quesos, una pila de 2 metros de cajas de 12 huevos.
 
Sólo galletas de mantequilla ya no estaban.
Hemos vuelto a la normalidad.

Y es justo esto el problema.

jueves, 3 de marzo de 2011

"D" como Dexter, Done (no..better OverDone) and Dumb-gang


Eran las ocho y media y nuestra protagonista estaba a punto de coger la línea verde que la llevaría de Chestnut Hill a Park Square, para luego coger la línea roja hasta Harvard Square y seguir andando 10 minutos hasta llegar a casa al fin de entrar en coma en su cama 
(una cama también conocida como Mazinger Z, por la estructura a "listones perforantes") ...
 

1 hora y 40 de viaje. Si todo sale bien.

Monta en el tren y enciende el mp3 para alejarse de la soledad que rodeaba el sollozante medio de transporte. Como compañeros de viaje, una anciana con una bolsa de plástico entre las piernas, un asiático y una muchacha punki medio dormida, blanca como una cana y muy delgada ...

A medida que el tren se paraba, la gente comenzaba a llenar, como en un videojuego, los espacios vacíos. Personas de todas razas y estilos: una chica al móvil discutiendo con su novio, dos porreros muy colocados, muchos viejos, un par de grupos en el medio de una mudanza con maletas improvisadas y guitarras, funcionarios, un hombre negro metido en un traje cruzado con una corbata fucsia que se mordía el labio a cada mensaje que le llegaba al Iphone ...

De repente, la chica punk se despertó; empezó una danza rítmica con su baricentro -que si pa'atrás, que si pa'lante- en búsqueda, ahora de una adyacencia completa al sillín, ahora de la perfecta yuxtaposición entre pechos y piernas. Cada vez que cambiaba de posición, respiraba hondo y recogía su rostro entre las manos.
En cuestión de segundos se levantó y se dirigió hacia el otro vagón, donde había menos gente. Flavia la siguió con la mirada mientras que la voz de Dexter Holland (The Offspring) y Gotta Get Away en los auriculares silenciaban el ruido exterior.

Algunas paradas antes de Park Square, la chica punk se levanta de su nueva posición, se dirige al centro del otro carro, vomita profusamente entre los espectadores aturdidos y se desmaya.

Nadie se mueve.

El tren se detiene. La gente entra y sale tratando de evitar el vómito y el cuerpo y yo sólo conseguí pensar en voz alta un “¿Qué? ¿De verdad?”.

Me dirijo al conductor y le digo que en el otro vagón hay una niña enferma en el suelo. El conductor se da la vuelta, murmura algo que no entiendo y cierra las puertas. Las personas emigran a mi carro.
 

Bastante indignada, le ordeno que vuelva a abrir las puertas, para que pueda sacar la chavala del tren y buscar ayuda. Cargo con la niña medio inconsciente y la llevo al andén. Cabreada como nunca, empiezo a buscar alguien que me diera un móvil, porque el mío, as usual, me lo había olvidado en casa,: obviamente, sin éxito. Dejo a la niña en las escaleras y voy buscando a los guardias de seguridad para explicarles lo sucedido.
 

Ellos llaman a la ambulancia. Menos mal, pienso.

Viene casi enseguida. Me dicen que debo declarar, que tengo que acompañarla al hospital. “Pero, ¡Si no la conozco!” les contesto y, tras una breve disputa intentando explicarles que los del viejo continentes estamos acostumbrados a socorrer también los desconocidos, finalmente se la llevan a Urgencia. Supongo.
Vuelvo al andén, esperando a otro tren que me lleve a Park Square.
“Hogar, dulce hogar”, pienso...

En Park Square, espero el trasborde por Harvard Square;  mientras, llega una manada de jóvenes universitarios, cada uno del tamaño de un armarios a cuatro puertas, tan altos que yo parecía, en comparación, un taburete.
Comienzan a tirarse una pelota de rugby y a gruñir frases incomprensibles, al menos para mí.
“Muy bien”, y encendí otra vez el mp3 ....

Llega el tren. "¡No me digas! a que vamos todo en el mismo tren... ¡Qué suerte!"
Frente a mí, dos de estos premios nobel hechos de esteroides y proteínas, empiezan a frotarse las frentes, como en un misterioso ritual de machos alfa; otros, simplemente, juegan con sus IPhones o charlan.

En fin, llegamos a Harvard. Hay dos pisos de escaleras mecánicas.
Dos pisos me separan de mi paseo hacia la cama.

El flujo de bisontes se mueve hacia el primer tramo de escalera rodante...
pues, subiré por la escalera tradicional, la de toda la vida...

Al segundo piso, aprovechando de un hueco, me meto en la cola de la escalera mecánica: yo, mi portátil y mi mp3.
De repente, el grupo delante de mí se da la vuelta y empieza a bajar en dirección opuesta y, en pocos segundos, la marea de deportistas dopados me devuelve al principio de la escalera.

Una chistosa broma. Todos se ríen. Jajajaja ¡Qué divertido, joder!

Empecé a insultarles en mi dialecto y a dar puñetazos al primer hombre-armario que  tenía delante. Puñetazos que, evidentemente, le parecían caricias ya que me coge la mano sin problemas, como si yo fuera un mosquito impertinente y me manda a la mierda.
Le mando a la mierda yo también.

Luego, recobro mi compostura y le digo, en inglés:
“Que tu sepa que yo entiendo perfectamente lo que dices, ¡animal! Eres tu que no entiendes lo que digo yo".

Una frase de muy poco exito.
De hecho me miró como si me faltaran algunos tornillos.
Y yo que pretendía humillarle...

No se me da bien insultar en inglés. Para nada.
¡Menudo día!

Yanquilandia no acaba de convencerme.
pa nada.

miércoles, 2 de marzo de 2011

"B" di "BBostonBByBBike"

Tengo una bicicleta aquí en Boston. Es una hermosa bicicleta de carreras que estoy ajustando gradualmente, aunque no es el mejor inversión en este momento.  Pero me encantan las
bicis.
Así que me he comprado Priscila (es el nombre de mi bicicleta). 
La diferencia entre una bicicleta de carreras y una bicicleta de montaña es la incomodidad. Obviamente la incómoda es la bici de carreras: 

1. porque tiene ruedas finisimas y cada pequeño desnivel que cojo en el camino es un choque al intestino y un sillín en los riñones.  
2. porque tiene el manillar hacia abajo (como las bicis de Luis Ocaña o de Alberto Contador, para entendernos) y la única forma en la cual se puede conducir es con la espalda a "parábola". .. que estaría bien si uno tuviese que hacer un recorrido pequeño.  
Pero si lo haces por 30 km cada día para ir a trabajar,  por la noche la espalda  se parece a la representación gráfica del seno entre 0 º y 270º.  
3. porque prácticamente a mi bicicleta no le funciona el cambio de marchas y  obviamente se ha estancado en las más duras.  Y es un coñazo, especialmente en las colinas. Pero vuela como Hermes en las cuestas abajo... 


La ciudad tiene carriles para bicicletas. Y puesto que aquí son bastante más civiles (en Nápoles acabaría en el hospital al cruzar el primer semáforo), y casi siempre respectan la línea que separa el carril para los vehículos mecánicos de la que delimita el espacio para los vehículos a tracción humana, se puede afirmar que el transporte en bicicleta es seguro y conveniente. Además de ecológico ... porque todos somos ecológicos

Mis aventuras en bicicleta son esencialmente:
1. intentar meterse debajo de los SUV  
2. ir a por castañas 

Y ahora os cuento ambas historias.
Érase una vez en América (o, de Flavia y el accidente) ... 

Normalmente vamos de compras en bicicleta al mercado tercermundista de North End (Haymarket) los sábado por la mañana ya que: 
a) conviene a nivel economico (tres kilos de tomates a 2 dólares vs. los tres del supermercados que salen más o menos 12 dólares); 
b) muy cerca se encuentra el "Bar dello Sport", el único bar donde el café sabe a café y 
c) allí hay el único estanque que vende "La Settimana Enigmistica", mítica revista de crucigramas nota y añorada por todos los italianos emigrados.
Debido a que el mercado lo hay sólo los viernes y sábado, aprovechamos y el sábado fuimos  allí y a rellenar la mochila de todo tipo de verduras.
Bien, Habiamos terminado las compras y estabamos preparandonos para volver a casa  cuando, en un cruce, repentinamente me atropella un SUV.  
En realidad, la escena se desarrolló "a cámara lenta", o porque tengo un buen baricentro o porque, en momentos de pánico, el tiempo se expande. 

Sólo recuerdo haber caído hacia un lado como una patata, preocupada más por la bici y los 6 kg de tomates que llevaba en la mochila, que para mi pellejo...  

Pietro y Giacomo, que estaban unos metros delante, dieron una vuelta de 180 º y me alcanzaron, el peruano que conducía el coche, se precipitó y empezó desesperado a pedir disculpas compulsivamente (razón para que Pietro ha maliciosamente pensado que era un inmigrante ilegal o un sin papel. Aquí nadie se baja del coche para disculparse, parece.) ...mientras, doy un salto desde el suelo como un luchador profesional de judo y empiezo a repetir "todobien..todobien ... Estoy bien, estoy bien ... No me falta nada ... me puedo mover ... todobien". Y mientras se representaba esta escena surealista en la que  hablabamos todos a la vez, se nos acerca un policía que vigilaba un banco y  me dice:
- Todos bien señorita? ¿Quiere llamar a la policía? 
- ¿Cómorrr? 
- Si quiere llamar a la policía...  
- ¿La policía? y...¿ porque la policía? y, sobre todo, disculpe... pero ¿no es usted la policía? 

Luego me explicó que era un guardia privado: es decir, peor que un funcionario... 

Al final, nada de policía ... sólo una inyección de adrenalina pura a causa del miedo y un leve estado post-traumatico, cuando el efecto de la adrenalina se acabó. La próxima vez, ¡que por lo menos se vea un poco de sangre! Si no es trivial ... 

Respecto a las castañas. 
La frase "ir a por castañas" fue acuñada por el Pietro, la noche entre el 6 y el 7 de julio cuando él descubrió que la universidad donde trabajo se halla en Chestnut Hill (La Colina del Castaño) ... y se ha mantenido en nuestra jerga cotidiana.  
Así que si digo:''voy a por castañas", simplemente significa que voy a trabajar.

Chestnutt Hill está a unas diez millas de Somerville, de donde vivo.
Treinta kilometros ida y vuelta.

Durante el primer mes - con mi hermosa bicicleta de carreras sin suspensiones y los engranajes del cambio bloqueados - siempre me equivocaba de camino para ir a currar y casi siempre escogía la ruta más chunga descubriendo que “Hill” no significaba exactamente “curva isobárica”, sino “trescientos colinas, una tras la otra, con una pendiente que variaba del 70% al 99,9%”.

Con que ir a currar, durante el primer mes, me costó un esfuerzo físico épico.

Finalmente encontré una ruta que no me comprometía el funcionamiento pulmonar, (os envio el link): http://beta.mapmyride.com/route/detail/21000972/?open_ive_done=1

A pesar de esto, un día se sale la cadena, otro se me rompe la rueda, otro deslizo de la silla y me empalo con la barra, otra aún se me olvida el cargador del portátil y tengo que volver a casa a recogerlo
(como en juego del Oca)...
Es decir, no me aburro, incluso cuando voy a trabajar.

Sobre todo, he cogido la costumbre de traer conmigo un cambio y el maquillaje.

En resumen: llego a la facultad apestosa, empapada de sudor y con la cara descompuesta por el esfuerzo físico. Cruzo el umbral del edificio pasando de una temperatura de 40 º corporales y por lo menos 30 º externos a una temperatura de -20 grados (mi sistema inmunológico se lo agradece cada mañana a los acondicionadores).
Voy al baño. Me cambio de ropa. Me maquillo como un actor Kabuki, me pongo mi sudadera (la que me he comprado en caso vaya a escalar el Himalaya) y me voy a trabajar.
Y encima el café es una mierda.

Y ahora estoy aquí, en la biblioteca universitaria, con los “congeladores” a toda hostia, un millón de revistas y periódicos y la necesidad de apartarme de vez en cuando del ordenador y salir, sólo para recordarme que soy un
animal de sangre caliente. 
Un frío que te cagas.

"A" como "Arrived to Boston"

Empezaré con el diario de viaje alfabético, para contaros un poco mi experiencia norteamericana.
Empezaremos con la “A" de:

 "Arrived to Boston"

La verdad es que es una suerte que haya pasado la frontera, ya que la he liado mortalmente al control de pasaportes.

Tras un número infinito de horas de espera en Portugal (que por cierto, vosotros españoles tendríais que invadir y cambiarle el idioma que no se entiende un carajo...) y un viaje transatlántico en compañía de un Stuart pluma gay más o menos de cincuenta años y un señor del “jet set” que por equivocación se había metido en clase turística y que ha dado la lata por 8 horas con las botellitas de vodka, he conseguido aterrizar en Boston.

La primera cosa que se ve, en Boston, es la bandera americana.
La segunda…también.
Y también la tercera.
Es el leitmotiv de América: su bandera.

Y entonces, se alcanza la frontera.
La frontera aeroportuaria es como el pedaje de la autopista.
Llegas, te metes en la cola y el gordo policía de frontera, ya enojado por 9 horas de flujo migratorio de entrada, te saluda irritado:

Policeman: Sgrunt...
SuperFlavia: Hola ¿qué tal?
Policeman: Sgrunt. Documentación.
SuperFlavia: (yo ya tenía mi carpeta lista con todo dentro) Vale...esto es el pasaporte, ehm...esto es el Esta, esto el visado, esta la carta de invitación de la Universidad Americana y aquí van los dos folletos  que me han dicho de rellenar en el avión…
Policeman: ¿Alcohol?
SuperFlavia: ¿cómooorr?
Policeman: ¿Alcohol? ¿Lleva alcohol?
SuperFlavia: Si, Baco, Tabaco y Venus...todo del duty free. Excepto Venus, que sería yo...
Policeman: No entiendo...Usted tiene alcohol ¿sí o no?
SuperFlavia: ...ehm...sí, sí ...una botella de licor, es por un amigo que…
Policeman: Razón de la estancia.
SuperFlavia: Estudiante de visita e investigadora.
Policeman: ¿Estudiante o investigadora?
SuperFlavia: ehm... técnicamente las dos...
Policeman: no! Puede elegir una, sólo una.
SuperFlavia: ¿en qué sentido?
Policeman: ...
SuperFlavia: vale...entonces estudiante.
Policeman: ¿y la pagan por estar aquí?
SuperFlavia: ¡Claro, jolín!
Policeman: ¿Qué significa que la pagan? ¿Los Estados Unidos le financia la estancia?
SuperFlavia: no...los yanquis no...
Policeman: ¿Y el billete de avión quien se lo ha pagado?
SuperFlavia: lo he pagado yo...
Policeman: ¿Quién le ha dado el dinero?
SuperFlavia: Disculpe, pero no entiendo que quiere saber...
Policeman: ¿A usted quién la paga?
SuperFlavia: La Universidad de Cádiz.
Policeman: ¡Entonces es investigadora!
SuperFlavia: Lo que usted diga, señor policía, que ya me estoy mareando
Policeman: ¿Tiene el billete de vuelta?
SuperFlavia: no, el billete no lo tengo todavía.
Policeman:  ¡¡¿Cómo que no??!!
(Las restricciones en América para quienes quieren quedarse y “robar el curro” a los autóctonos son prácticamente parafascistas)
SuperFlavia: técnicamente no lo tengo...es decir, para tenerlo físicamente en mis manos tengo que hacer el check in y tienen que emitir el billete. Lo que sí tengo es la reserva de la vuelta por el final de Septiembre.
Policeman: vale...vale…  los  4 dedos de la mano izquierda... ¡la izquierda señorita! …y el pulgar y los 4 dedos de la derecha… el pulgar…mire en la webcam. Bien. Largase.
SuperFlavia: muy amable...
Policeman: ¿Cómo?
SuperFlavia: Nada, adiós!

Entiendo que a pregunta sencilla, respuesta sencilla
Pero las preguntas no eran propio precisas precisas
De todas formas...

Hace un calor que no es normal. Me siento como el protagonista de El Extranjero de Camus.
De hecho, en mi primer vuelta en el Campus de Harvard, he cogido la primera insolación de mi vida… y entenderéis que coger una insolación en Boston en vez que en Los Caños de Meca, es prácticamente un chiste.
El calor te impide de pensar. Es terrible.
Siquiera he tenido el tiempo de tener el Jat lag ya que a las 5.30 de la madrugada estaba despierta, en un baño de sudor y con un principio de néurosis. La casa donde estoy es bonita, en Somerville a 15 minutos andando de Harvard y la comparto con una chica italiana y un chico afroamericano, aparte de Pietro.

Bueno, tras Harvard, la insolación, la vuelta y el ducharse como cada 15-20 minutos, he bajado a comprar para invitar a la gente de la casa a una paella.
2 pimientos verdes, 1 pimiento rojo, 1 cebolla, 1 kg de arroz, 5 tomates, un vino blanco “especifico para cocinar” (precio 7 dólares), una cajita de amarillo y 400gr de pollo me han salido 40 dólares. Entonces he mirado el tio que me estaba cobrando y le he preguntado “¿Es que escondéis diamantes en los pimientos?” Me ha mirado como si fuera un cuadro de Picasso y me ha dicho “40 dólares: ¿cash or card?”
…cash cash…tranquilo que te pago, joder!

La paella ha sido una idea genial. Como que esta gente come comida de plástico, el hecho de haber cocinado comida de verdad les ha hecho recordar que tienen papillas gustativas a parte del estomago. Es una forma muy mediterránea de querer y hacerse querer...
Sólo que hemos comido con velas, no porque fuera romántico, sino porque había saltado el generador eléctrico del barrio a causa del uso excesivo del aire acondicionado (que en esta casa no existe…obviamente). Este evento ha provocado una ola de histeria colectiva y ataques de pánico generales porque evidentemente se habían apagados teles y routers de internet. Y por primera vez, tras el Millennium Bag del 2000 la gente aquí ha tenido que mirarse a la cara en vez que mirar a una pantalla.
Es comprensible: los pobres no están acostumbrados.


De todos modos he tenido el sumo placer de saborear un poco de "real american way of life": aparte de las banderas, de los coches gigantes, de las casas de maderas (oportunamente pensadas y construidas para quemarse con rapidez y no sobrevivir a los huracanes) y la gente blanducha, rubia y muy, pero muy blanca, cada dos o tres casas hay una etiqueta en la puerta de entrada con una bandera. Hay dos versiones( hasta ahora): una dice "9/11 we'll never forget" y la otra "9/11 freedom is not free" es decir, la libertad no es gratuita o la libertad se paga. Sin embargo "free" significa también "libre" y da espacio a una segunda interpretación (si la primera no diese ya bastante angustia) y es: [aquí] la libertad no es libre. Y tengo la impresión que es verdad.